Mayúsculas, minúsculas, números y signos extraños. Y cuantos más, mejor. Todo parece poco a la hora de crear la contraseña inviolable. El problema es que esas enormes claves son mucho más difíciles de recordar que aquellas inocentes basadas en la fecha de cumpleaños o el nombre de pila escrito al revés. En el otro extremo de la sofisticación, la autenticación en dos pasos y el uso de dongles (las mochilas o pequeños dispositivos físicos que actúan como una llave), tampoco parecen el colmo de la seguridad y añaden tedio a algo tan sencillo como es acceder al buzón del correo electrónico.
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