Junto con las nuevas tecnologías ha hecho su aparición un conjunto de movimientos que nos permiten relacionarnos con dispositivos electrónicos. Nuestra interactuación digital ha dado lugar a unos rituales nuevos para nuestro cuerpo.
Desde deambular sin rumbo con el móvil pegado a la oreja describiendo círculos erráticos hasta acodarnos en la mesa con las manos juntas ante nuestro rostro mientras movemos frenéticamente los pulgares.
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