Jugar es el sueño de los más pequeños… y de los más grandes de la casa. A todos nos resulta más fácil confesar que disfrutamos delante de un buen juego de nuestra temática preferida, desde que socialmente está más que aceptado que en el ámbito de los videojuegos (o gaming) ya no hay sexo, edad, condición ni afición que limite el entretenimiento virtual.
La evolución ha sido tal que no sólo en las consolas, sino en los ordenadores, los gamers hacen de las suyas durante horas y horas. Para ello, además de un ordenador de primera y una tarjeta gráfica, es no menos importante un buen monitor.
Esa ventana por la que nos metemos en el juego no sólo tiene que ser grande. Eso es muy obvio. Hay mucho más detrás de esa delgada capa lumínica que hace las veces de ventana al mundo virtual. Detalles técnicos que serán la frontera entre disfrutar o no del juego de forma plena.
Si no tenemos una buena velocidad o frecuencia de refresco, por ejemplo, es decir, las veces por segundo que se renueva la imagen en pantalla, se producirá un tedioso y odioso efecto de estela en las imágenes en movimiento. Y, sin duda, ese efecto perjudicará la experiencia de juego. De paso, ni que decir tiene que, a mayor frecuencia de refresco, obtenemos una mejor sensación. Y, claro, también acumulamos menos cansancio para nuestra vista, algo importante cuando abordamos un juego con horas de diversión por delante.
Otro tema clave es el tamaño del punto o del píxel en el monitor. Este valor nos dará mucha pureza a la hora de contemplar una imagen. Cuanto más pequeño sean los puntos y, por tanto, más puntos use el monitor en cada centímetro cuadrado, con mejor detalle veremos lo que tenemos delante.
Aquí es obligado abordar el tema de la resolución para saber cuántos millones de puntos tenemos dentro del monitor. El objetivo es clave. Cuantos más puntos, mejor. Y cuanto más pequeños, mejor todavía.
En cuanto a las conexiones, mínimo HDMI y Displayport. Se trata de los dos conectores de moda. El primero nació para llevar la señal (además del sonido) al monitor y televisiones con todo lujo de detalles. El segundo intenta ir un poco más allá. De este modo, aporta, además de la conexión, un canal de comunicación más potente entre el monitor y el ordenador.
FreeSync y G-Sync
Hablando de comunicación, nada mejor que usar monitores avanzados que entiendan el lenguaje de las tarjetas gráficas más de moda. Nos explicamos. Los dos creadores de tarjetas gráficas más consumidas, NVidia y AMD, integran en sus productos tecnologías propias. El objetivo: permitir al monitor comunicarse con la tarjeta de una manera más directa, para así adecuarse a la hora de mostrar información.
Se trata de FreeSync, en el caso de AMD, y de G-Sync, para NVidia. Esto es clave en los juegos en los que es fácil imaginar la cantidad de información que mueve el monitor en tiempo real y al ritmo que debe actualizarla. Con estas tecnologías, se reducen los fallos o retrasos en las imágenes. Y es que, como decimos, el monitor tiene un canal de comunicación más puro y efectivo con la tarjeta gráfica.
¿Qué ocurre con el tamaño? Es una obviedad que, cuanto más grande, mejor. Eso sí, siempre con los condicionantes típicos que tenga cada uno en su casa. Pero, para tenerlo claro, conviene saber que con un 27 pulgadas podemos ponernos a menos de un metro de distancia sin problema alguno ni riesgo para nuestra vista.
Y, si miramos un poco por fuera, viene bien que la bisagra donde se articula el display permita ajustar inclinación y distancia, con memoria por si movemos la pantalla. Ergonómicamente, estos dispositivos tampoco se quedan atrás en un mundo en que cada detalle puede suponer el éxito o el fracaso.
Xavi Sánchez
Product Manager Gaming
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